Frustración como trampolín a la superación.
Hoy amaneció lloviendo, no es lo usual, no es lo que esperaba, hubo que cambiar planes y hacer ajustes de última hora. En un sentido esta novedad alteró mis planes.
Cuando la realidad no coincide con lo que esperábamos ya sea en algo grande o en algo pequeño nos genera frustración; una sensación de malestar e incomodidad que dependiendo del calibre puede desencadenar emociones muy fuertes y nocivas como la ira o leves y casi imperceptibles como el desgano.
Independientemente del tamaño de la frustración lo importante es entenderla y afrontarla con valentía, empatía y buena actitud.
¿Cómo lo consigo?
Como todo lo bueno en la vida requiere un pequeño esfuerzo que comienza con un paso previo indispensable que es el autoconocimiento. Si yo sé cómo soy, aunque no de manera absoluta, pero tampoco superficialmente, es mucho más fácil entender que es exactamente lo que me genera frustración podré tener control sobre ella y no será el caso inverso y aun cuando la realidad no coincida con mi expectativa podré sacar fruto de ella resolviendo positivamente la situación, aunque se presente como adversa.
Obviamente conocerme para entenderme no basta y frente a la sensación de frustración tendré que ponerme manos a la obra sin resignación, pero con aceptación y con la ayuda de la voluntad resolver la pregunta mágica de ¿y ahora qué hago?
Muchas veces la solución será simple como un desahogo o más compleja como una recomposición y reorganización, pero lo importante es saber que contamos con la solución en nuestras manos, sólo requiere de tiempo, paciencia y mucha sinceridad y objetividad de nuestra parte.
Es la cabeza la que debe ordenar las emociones y dirigirlas a una acción que al menos, aunque no altere la realidad, me permita un crecimiento personal que vaya ordenado hacia una actitud positiva y me permita superar los inconvenientes propios de la vida. Como decía Séneca: “Ningún viento es favorable para quien no sabe a dónde va”
¡Vale la pena!